Cuestiones Problemáticas
 
Estuvimos en Lima en octubre de 1997 asistiendo al congreso que trienalmente organiza Felafacs. Expusimos un trabajo el último día pero mas allá de lo meramente académico, de las cenas en la Rosa Naútica, del encuentro con ex-alumnos de la Universidad de Lima, nos topamos con fenómenos comunicacionales interesantes. He aquí uno de ellos.

La globalización ese largo cuento inconcluso, a la manera de Armand Mattelart

Primera Parte

Mattelart lo contó un viernes de octubre de 1997 pero nosotros pudimos anticiparlo, porque salvo para el puñado de afortunados (o perdidos en el espacio real) que estuvo en Lima, con mitvo de la reunión trienal de Felafacs, ninguno de ustedes estuvo allí para escucharlo. Armand es un señor que viene peleando con esto de la comunicación desde hace muchísimas décadas y ha producido una cantidad de material, ideas y reflexiones realmente asombrosas y valiosas. De la generación de los clásicos es probablemente el más lúcido y despierto, y uno de los pocos que ha logrado hacer una reconversión cognitiva, sobrepasando en mucho las reconversiones temáticas y metodológicas que son la norma en los estudios académicos.

Su trabajo -simultáneamente publciado en el número 50 de Diálogos de la Comucnaición se tituló "Utopía y realidades del vínculo global. Para una critica del tecnoglobalismo". Ya me gusto el subtítulo con esa fusión perfecta entre la tecnología y la globalización económica. Recorriendo la genealogía del término nos recuerda su orígen militar, geoestratégico (los primeros en hablar de lo global como amenaza fueron los estrategas del Pentágono, y los primeros en llevar la placa como adjetivo fueron los satélites de información del Global Positioning System -GPS).

Figura obviamente en su racconto la pícara jugarreta de quien sería luego consejero de Carter, el inescribible Zbigniew Brzezinski, para quien el imperialismo cultural no existe, ya que todas las sociedades quieren lo mismo que la norteamericana, la única y verdadera sociedad global de los 70.

Global y fin de las diferencias son equivalentes, más de uno se sorprendería hoy de saber que tesis como las del fin de la historia, o la del fin de los átomos (tan cara a Nicholas Negroponte, uno s los triunviros del fundamentalismo digital) no hacen más que repetir, explosivamente pero desfigurándolas y caricaturizándolas cada vez más, las zonceras de Seymour Lipset dcihas a fines de los 50 acerca del fin de lo político, la ideología, las clases y los enfrentamientos.

Para Mattelart no fue la geopolítica sino la geoeconomía la que finalmente le dio curso corriente al término, y a fines de la década pasada solo había un sector que se podía autocalificar como verdaderamente global: se trataba de las geofinanzas.

Como todo vocablo (o experiencia) triunfante ahora todos se auto-erigen en padres de la criatura y de su bautismo. Desde Peter Drucker, pasando por los teóricos de la gestión y llegando a numerosos economistas todos dicen haber contribuido a su alumbramiento .

Lo que es literalmente cierto, es que en un mundo en donde la noción de clase está cayendo en picada, y solo un hay un sector social que osa usar la etiqueta con propiedad, los empresarios son paradójicamente, la única clase universal realmente existente tal como aparece en denominaciones del tipo Global Business Class.

Mientras tanto se difunde cada vez más la idea de una cultura universal y homogeneizada (las cabezas decapitadas de Argelia hacen ruido en esta película pero como cualquier otro ruido reciente: Sarajevo, Sendero Luminoso, atentado de Oklahoma, mafias rusas, Tiannamen o atentado a la AMIA, son estertores) que en realidad deben dejar lugar a una comunidad convergente, o espacio de intercambios comerciales homogéneos que terminan en las comunidades de consumo (con esas habilidades increíbles del marketing y la segmentación/taylorizacion del consumo) que le dan envidia a los psicoanalistas impotentes por orientar un deseo que encuentra en las marcas a su mejor cumplimentación.

Como siempre, como en la época de Kant, como para los grandes filósofos de la modernidad, la idea de atrapar universales y luchar o morir por ellos (en este caso vivir por y para ellos), es al mismo tiempo un desafío enorme, pero una certeza no menor de hallarlos precisamente en el resultado de la educación para el consumidor (que desde esas maravillosas películas efímeras rescatadas por Perlinger en sus CD de Voyager) no ha hecho sino lograr con cada vez más éxito lo que la educación cívica hace cada vez peor y sin ninguna chance.

Como en toda proceso demostrativo aquello que se obtiene es lo que se puso al principio. Los libros que a veces tanto nos estimulan como recuperación de modelos organizacionales (por ejemplo el citado profusamente en las semanas pasadas de Collins, James C & Porras, Jerry I. Built to last. Succesful habits of visionary companies. New York: Harper Business, 1997, pasan por alto que queriéndolo o no están promocionando un estilo de vida global único y que ese caso, a través de una operación ideológica de abducción, se estan convirtiendo en el mejor ejemplo de una regla -que todos debemos seguir so pena de caernos fuera de la historia.

Mostrando lo clara que la tienen estos profetas de la homogeneización, descubrieron rápidamente como la cultura puede operar como resistencia. De lo que se trata ahora es entonces al mejor estilo Yudoka, de usar a la cultura de la resistencia como nuevo instrumento de coordinación de las diferencias. Acuñaron así un nuevo termino (in)-felizmente productivo y apropiado: la GLOCALIZACION.

Más allá de los jueguitos de palabras, lo que los escasos críticos del proyecto (y nosotros nos anotamos en la lista) demuestran -y el caso Argentino lleva esta situación hasta el paroxismo- es que la operación retórica básica en la que se basa la venta del modelo es su dimensión a futuro. Como el futuro va a prolongar sin sorpresas el presente hay que hacer todo lo posible para construirlo ya mismo. Los verbos performativos (prometer) son la norma, y comunicar se convierte (en vez de la mera constatación propagandística del presente), en una venta con descuento que es improcedente y absurdo cuestionar.

Segunda Parte

Y efectivamente como se pronosticaba, habló Mattelart y la suya fue una de las exposiciones fuertes de la semana, que ya es historia antigua en la lejana y bella Lima. Sólo que no hablo el viernes como ya anticipé, sino el jueves y tampoco habló 45 minutos como le estaban asignados, sino 90 y terminó al mejor estilo alfonsinista saludando a troche y moche mientras un par de miles de estudiantes lo aplaudían y ovacionaban a rabiar para envidia de mas de uno (este cronista incluido).

Pero apenas salimos de la sala y después en varias charlas y almuerzos que tuvimos con Armand, algunas cosas quedaron picando y no nos cerraban. Además, él prácticamente no habló de la segunda parte del trabajo, aunque si sintetizo algunas de sus ideas clave. ¿Porqué los estudiantes lo aplaudieron tanto?, ¿Porqué esa sensación de euforia y alegría frente a alguien que se comía el tiempo de otros oradores, cuyo cartesianismo del principio empezaba a derretirse en las anecdotitas, el voluntarismo y sobretodo las recomendaciones y las arengas?

¿Que disparó el discurso de Mattelart que no habían logrado movilizar las ponencias mas académicas de los otros oradores centrales, y que solo en ocasión de la charla de Rosanna Reguillo logró una auténtica comunicación con la audiencia masiva? Veamos primero los contenidos no dichos y después tratemos de entender algo de la empatía en estas situaciones de oratorias masiva.

Para Armand la tecno-utopia se ha convertido en un arma ideológica en los tráficos de influencia. La elaboración de escenarios es una profesión lucrativa, etc. etc. Lo que mas le indigna a Armand (¿y a cuantos izquierdistas y o ex-izquierdista no?) es la convocatoria hecha por alguien como Peter Drucker a maridar a los gerentes con los intelectuales. Remedando a Kant podríamos afirmar que los intelectuales sin gerentes son vacíos, mientras que los gerentes sin intelectuales son ciegos. Alianzas de ese tipo insiste Armand solo pueden llevar a la cooptación de los intelectuales y su reciclaje obligado para cubrir la ingenuidad y superficialidad del pensamiento organizacional.

La artillería de Mattelart es sutil y variada, se apoya en aliados de la talla de Carlos Monsivais y de Roland Barthes, alude al genocidio de los pobres como proyecto de la modernidad actual, conjuga palabras como tecno-apartheid global y economías de los archipiélagos. Esta muy impresionado por la declaratoria de una cuarta guerra mundial hecha por el subcomandante Marcos hace un tiempo.

Retomando a Ludwig Feuerbach, al final de su exposición sostiene que como no podemos cambiar al mundo nos contentamos con describirlo. Invocando como era de prever a Gramsci ve a muchos que no solo comulgan con las ñoñerías neo-liberales, sino que también hablamos de barajar y dar de nuevo en las relaciones entre actores sociales, pero otorgándole el papel estratégico que se merece al empresarial, como una masiva recaída en la construcción de intelectuales orgánicos.

Coincidimos con Armand cuando cita a Albert Camus que sostiene que mal nombrar a las cosas es añadir infelicidad al mundo, podemos acordar en parte con el sub Marcos cuando habla de una cuarta guerra mundial, aunque dudamos mucho de quienes son los contendientes en la misma, y cual es el grado real de peso de los desarrapados en la puesta en cuestión del sistema global. Y no podemos dejar de estar otra vez de acuerdo con él, cuando con el subcomandante insiste en que esta guerra, pero todas la guerras podríamos añadir nosotros, han sido también y siempre guerras semióticas contra los discursos estereotipados.

No lo podemos seguir tanto, empero, cuando insiste en que las tres palabras claves para desandar el camino hecho y no caer en los estereotipos de la inevitabilidad tecno-económica dominante, consiste en recurrir y revisar las nociones de complejidad, Todo y resistencia.

Es cierto que las retóricas de la complejidad han agotado la noción, y en vez de un conocimiento de los mecanismos de la complejidad (hasta la difusión de los estudios de la Escuela de Santa Fe que en los 10 últimos años han renovado definitivamente el territorio) lo que teníamos (teoría de los sistemas incluida) eran meramente impresiones y apariencias. Pero el enfoque de Armand de la complejidad nos parece demasiado tímido e instrumental, y sobretodo condicionado a ciertos usos "para el bien" que le son sumamente indiferentes a la dinámica de los sistemas complejos y que contradicen su caracter autónomo.

Desacordamos enteramente en su recuperación de la idea deTodo. Creemos que la reconstrucción que los pensadores "neo-" han hecho de esta noción son definitivos. Que el Todo es lo falso como decía ya Savater hace mucho tiempo, y que cualquier uso de las totalidades, aun en términos de la oposición a la Totalidad dominante es peligrosa y finalmente maniquea.

Nos pasa lo mismo con su noción de resistencia. Y no porque no creamos que no hay desvíos, acoples, torsiones y torbellinos en el modelo dominante, Pero este llamado a la resistencia me hace acordar demasiado a la primavera de Praga y las experiencias previas al aplastamiento en la plaza china de Tianamen.

La resistencia no puede ser anti-empresarial y anti-organizacional y basicamente proto-tecnologica. Aunque no tengo ninguna propuesta huelo que la cosa pasa por otro lado

¿Porqué a pesar de nuestras discrepancias parciales y sobretodo de nuestra detección de cierto fatalismo "retro" en este discurso, los estudiantes se sintieron tan tocados y lo aplaudieron a rabiar? ¿Qué dispara en las multitudes su capacidad de identificación e idolotrización? Hace mucho que no soy docente de psicología social y no me meteré a regurgitar hipótesis banales. Pero hay algo que aunque de la misma categoría se ve en estos casos: los estudiantes (la gente) necesita creer, necesita activar la esperanza, necesita reposicionar sus expectativas y ganas de... La música las dispara pero allí no hay demasiado tiempo ni lugar para pensar. El arte también las moviliza. Sin embargo es cada vez mas difícil en el terreno de las ideas arrancar sonrisas cómplices y propuestas creadoras de nuevos mundos de acción. Armand no proyecta tanto como recupera, no propone (salvo metafóricamente y casi ingenuamente, un cosmopolitismo democrático), pero entibia en los estudiantes esa necesidad de un mundo nuevo que rechaza radicalmente al actual no tanto en su operación (que muchos aprovechamos) sino en su falta de proyecto y de ganas de ser distinto. Quizás algunas de esas resonancias tocaron a los estudiantes.


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