Cuestiones Problemáticas
 
La historia de los medios (empezando por la palabra hablada hasta llegar a la Internet) es el deseo incumplido de recuperar la inmediatez. La misma que tenemos cuando estamos frente al vecino y nos hablamos cara a cara, y podemos interactuar en tiempo real con el otro y sentimos la misma posibilidad de interactividad que tenemos en el diálogo. Como todos los textos de esta sección, el presente corresponde a editoriales del Interlink Headline News no 1024 y 1025

Las metamorfosis permanente de los medios

Primera Parte

Lo escuchamos a diario. Lo que faltan son ideas. Los ejemplos provienen de doquier. Sea en la televisión donde se repiten programas que hace ya 30 años tenían éxito. O en la política donde los carcamanes de siempre (los septuagenarios, octagenarios y algún nonagenario) no largan la manija. Pero también en la filosofía y en las ciencias sociales donde las ideas nuevas hace rato que brillan por su ausencia y casi todos añoran las décadas de 1920 y 1960 justamente tildadas como las mas creativas del siglo.

En realidad mas que ideas nuevas lo que falta es una nueva relación con las ideas. Porque frente a las ideas generalmente se toman dos posturan igualmente equivocadas, pero que tienen una prosapia tan augusta que parecería no importar el tamaño de su equivocación. Por algo Newton decía que es privilegio del error dar el nombre a una secta. En el terreno de las ideas lo que sobran son precisamente los sectarios, que en la Argentina han encontrado un refugio todavía mas propicio que los nazis en la primera presidencia de Perón.

Esto viene a cuenta porque frente a las ideas, oscilamos entre el extremo (platonismo) de endiosarlas hasta el punto de que no encontramos ninguna encarnación terrenal que esté a su altura. En el otro extremo tendemos a creer que es posible controlar en detalle la aparición y diseminación de las ideas en un desplante de actos voluntaristas que no nos lleva a ningún lugar interesante.

La solución, (je que descarados creer que hay una), está mas bien en una zona gris y dolorosa en donde se interrelacionan la voluntad con el azar, el deseo de control con cierta autonomía relativa de las tecnologías y los medios, y cierta posibilidad de interferencias en sus usos y abusos.

Sin desplegar demasiado tolerancia hacia el eclecticismo es difícil olvidarse que las ventajas de cada medio al mismo tiempo señalan sus límites. Nadie puede negar el valor de la comunicación oral que permite instantaneidad pero sobretodo interactividad. Sin embargo "scripta manent y verba volant". A las palabras se las llevan el tiempo y el viento, y es por ello que los procedimientos de registro (desde el cuneiforme, hasta la grafía electrónica) son mas que bienvenidos. Porque si bien introducen distanciamiento y reducen la interacción, al mismo tiempo atesoran, alimentan, permiten la teledifusión y el comercio de las conciencias mas allá de los límites temporales de la presencia mutua.

Fue precisamente el rol de la radio y de la televisión aumentar este grado de inmediatez que era propio del mundo oral pre-escritural. En la radio y la TV tradicionales (antes del videograbador o del cassete, antes de la edición casera y los medios digitales), la multiplicación del alcance y la inexistencia de confines a su llegada se pagaba al precio de no poder ir para atrás, no poder reflexionar, no poder sopesar alternativas. Movidos sobre un eje de una flecha unidireccional Lewis Mumford y Jerry Mander acusaron al hombre aural y televisual de confinarse en una caja atemporal y de ser víctima de una psicosis masiva.

Lo que esas críticas (igual que los que hoy se la agarran contra la computadora y la Internet) revelaban era no solo una carga infernal de ideología, sino también un profundo desconocimiento del medio. Ignorancia multiplicada ya sea por miedos ancestrales, pero sobretodo por una incapacidad (malsana) de poder imaginarse otros modos de hacer lo que les producía placer, y de lo que vivían (escribir, leer, traducir, diseñar información, convertirla en paquetes inciáticos pedagógicos, etc.).

Pero mucho peor, lo que traducían estas críticas era un profundo desconocimiento del modo en que nosotros domesticamos a la información, a la vez que la información y sus circuitos nos domestican a nosotros en un vaivén infernal pero indetenible.

Creer que los medios nos psicotizan (eso se dice hoy de los videoclips, de los videojuegos y también de los juegos de red) es no entender nada acerca de que es la psicosis, pero mucho menos acerca de como operan (nos operan y son operados por nosotros) los medios.

Lo que estas críticas facilongas pasan por alto es la naturaleza narrativa de nuestra especie (je lo que abre otro agujero a la captación de la psiquis por parte del entretenimiento, pero ese es otro capitulo como mostraron el lunes Dennis Hillis y otros enviados de Disney en un seminario dictado en Buenos Aires acerca del futuro del entretenimiento).

Cuando no existía la escritura estábamos mucho mas fijados en el presente que después de su advenimiento, y no por ello éramos mas psicoticos o descreiamos mas de lo real que antes o después. Esta confusión entre los pesos relativos del presente y la historia (y el diseño) del futuro en cada medio, es lo que los críticos ignoran cuando sueñan con un mundo escritural supuestamente mucho mas estratificado, con niveles geológicos diferenciados, y facilitador de una multiplicidadd de puntos de vista y de mayor capacidad argumentativa.

A quienes se llenan la boca protestando por la muerte del libro les convendría leer un poco mejor las estadísticas de venta y consumo de la citada mercancía. Mientras que a principios de 1970 se alcanzó la mítica cifra de $3.000 millones anuales de ventas, en1994 el mercado norteamericano llegó a los $24.000 millones. Los norteamericanos gastaron cerca de $80 per capita en libros y solo en USA se publicaron 360.000 nuevos títulos

Segunda Parte

Lo reiteramos la historia de los medios (empezando por la palabra hablada hasta llegar a la Internet) es el deseo incumplido de recuperar la inmediatez. La misma que tenemos cuando estamos frente al vecino y nos hablamos cara a cara, y podemos interactuar en tiempo real con el otro y sentimos la misma posibilidad de interactividad que tenemos en el diálogo.

Todo ello se pierde -en principio- con la fijación de la palabra hablada a manos de la escritura. Por eso Socrates protestaba que la letra muda del libro atentaba contra los vaivenes necesarios del alma que solo el tete-a-tete permite. Pero lo que la escritura pierde lo gana con la multiplicación de lectores, la telecomunicación en el tiempo (con otras generaciones), y el espacio (con otras culturas), la posibilidad de profundizar las consultas y las ventajas que tiene lo grabado o lo diferido cuando de revisar el material se trata.

Pero esto ocurre siempre. Todo medio tiene ventajas relativas frente a las potencialidades de su antecesor, pero trae consigo las promesas de su derrota y la necesidad de ser remediado o complementado por otras innovaciones que lo superen,... y así sucesivamente.

Por eso se equivocan los críticos cuando enjuician a un medio comparándolo con otro y viendo solo sus limitaciones. Y esto se aplica especialmente en este momento de ingreso al universo on-line cuando desde las trincheras del texto se ataca a los multimedia, a la televisión o a la Internet. Porque obrando tan temerariamente se comenten varios errores simultáneamente.

Se niega especificidad a los medios no textuales, se intenta reducirlos a las supuestas ventajas puras y absolutas de los medios textuales, se concentra la atención (cometiendo el error de Jacques Ellul) de criticar la forma embrionaria del medio sin prestar atención a sus evoluciones, reconfiguraciones y mejoras, y sobretodo se idealizan ciertas prácticas comunicativas a las que se considera (demasiado influenciados por Habermas) como las formas mas prístinas de la argumentación y la relevancia cognitiva cometiendo un leso pecado de elitismo y alta cultura.

No vamos a entrar aquí (lo ha hecho con mucho esmero Camille Paglia y lo acaba de revisar con éxito Paul Levinson en su recentisimo "The Soft Edge. A natural history and future of the information revolution" Londres, Routledge & Kegan Paul, 1997) en la eterna discusión acerca de la guerra entre la iconoclastia y la iconofilia y las virtudes relativas (o mutuamente exterminadoras) de la palabra vs la imagen.

Preferimos aquí en cambio enfatizar la dinámica (metamorfosis de los medios). Insistiendo en que cada nueva limitación introducida inconscientemente por un nuevo medio le sucede un intento de corregirla. Sucedió así con la aparición del videograbador profesional (videotape) en los canales de televisión, que permitió cierto control de la programación complementado con la invención y difusión de los videograbadores hogareños que instalaron una autentica cualidad navegacional en el antes indomesticable dominio de la irradiación televisiva.

La TV a la que los críticos acusaban con cierta razón de evanescencia, inapresabilidad y sobretodo imposibilidad de análisis y escrudiñamiento, se vio así bruscamente reingresada al terreno del análisis y de la critica, de la compulsa y el control, de la anticipación y la evaluación gracias a su maridaje con las formas de registro visual.

Otro tanto le había sucedido a la radio apenas una década antes cuando a la evanescencia de la transmisión se la complementó con los grabadores de audio caseros (pocos y malos), pero sobretodo con la difusión masiva de los discos (que los alumnos de la carrera de comunicación denominaron hace poco los "así llamados de pasta".

El Rock & Roll estuvo asociado así (llegando a la mercantilizacion infame de hoy) a una alianza estrecha entre fabricantes de discos, DJ difusores y público que al adquirirlos podían controlar su emisión casera.

No se trata tan solo de una cooptación (¿cuántas radios han sido prácticamente compradas por las compañías grabadoras?, ¿qué ha sucedido con la música a partir del advenimiento de MTV?) sino de una auténtica reconversion cognitiva que por suerte ya tiene sus deberes bien hechos (ver Michael Chan "Repeated Takes. A short history of recording and its effects on music". Londres Verso 1995).

La televisión potenció el alcance de la radio y le regaló las tan preciadas imágenes, pero al mismo tiempo redujo el ancho de banda de la experiencia cara a cara. No vemos en blanco y negro, no miramos en 2 dimensiones, nuestro recorte de la realidad busca fijar lo que pasa, y no simplemente dejarlo pasar, y sobretodo la televisión no es interactiva, mientras que los remedios que se proponen, sobretodo desde la Internet, buscan precisamente devolverle a la relación con el medio televisual esa bidireccionalidad propia de la oralidad Primaria.


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